Última actualización 7 febrero, 2023
Hay palabras que no son simples palabras, valga la redundancia ¿Y eso por que? Debido a que expresan historias, memorias, pasados entrañables; dan cuenta de cariños, amores arraigados como el árbol más profundos; dan lugar, una nueva actualización, de emociones, energías anímicas que siempre eclosionan. Eso sucede con el vocablo madre, tan lleno de carga afectiva que seguramente a todos nos pasará algo con el solo hecho de pronunciarlo. Se acerca el día de ellas: diosas de la tierra de los hijos, protectoras y proveedoras, por eso te presentamos imágenes de día de la madre con frases bonitas para felicitar. Una atención para ellas.
Imágenes con frases sobre feliz día de la madre
Mamá se merece mucho, en eso no tenemos dudas. La cuestión es reconocerlo, no darlo por hecho o descontado. La naturalización, por la mera repetición, muchas veces extirpa la magia a la vida, así que lo mejor es de vez en cuando ver la realidad con los primeros ojos.
Generosidad, abnegación, misericordia, empatía; en definitiva, amor. Eso es todo lo que recibimos de una madre que no nos ha dejado de sorprender desde el primer momento. Tal vez en un inicio la realidad era distinta por no ser conscientes, pero a la larga nos percatamos acerca de semejantes verdades.
En la vida muchas veces nos han hecho sentir sobrantes, supernumerarios, que estábamos sencillamente de más. Sin embargo, ella siempre tuvo ojos especiales para nosotros: eramos su niño, su orgullo más pretensioso, el que había que cuidar con todas las fuerzas.
Y hay algo absolutamente verdadero en eso que dicen: ante los ojos de un niño su madre es divina. A ellas nos cuesta asociarle errores, falta de sabiduría teórica y práctica. Fíjese que es un resabio que queda tan arraigado que sigue ocurriendo todavía cuando somos adultos y la progenitora no puede aducir en nuestra ayuda o se nota poco sapiencial en determinado tópico.
Acuérdense que ella nos tuvo nueve meses en la panza, porque para todo ser humano hubo una madre predilecta, respectiva. Eso da un vínculo terrible en lo abrumador o importante; hablamos de una verdadera simbiosis.
Mamá lo es todo, a tal punto que de vez en cuando pensamos qué seríamos sin ella, sin su presencia incluso en la ausencia, su recurrente preguntar, sus dudas, su interés; su amor sempiterno sin espera de ninguna devolución. No, nos dolería mucho seguir adelante y siempre pedimos que la madre sea eterna. Por esa unión maternal, material, de todos modos la madre será eterna. Y esto no quiere decir que no morirá o que uno vivirá por siempre, sino que ella estará en nosotros hasta el último de nuestros días en tanto hijos. Somos una prolongación de su fibra, de su carne y sangre; somos ella, otra alma, otro cuerpo, casi pegados.
Si le vamos a poner a alguien la corona, que sea ella, nuestra madre, que ha dado todo por nosotros, que si se tuviera que meter y anquilosar en el fango lo haría por nosotros. Abnegación es su segundo nombre, sin lugar a dudas, por lo menos con sus niños encarecidos.
El ser humano haría bien en funcionar con modelos. Y no hablamos de arquetipos lejanos, de esos que se vislumbran a la distancia y son imposibles. No: hablamos de modos reales, de formas que nos atestiguan que el individuo llamado hombre/mujer puede ser mucho mejor. La madre, en ese sentido, es un ejemplo palmario, quizás el mejor de todos.
Todo visto desde los ojos ajenos es relativo. Un amor es igual a otro, un padre como otro, una madre lo mismo; sin embargo, para la persona metida en ese mundillo, es absolutamente todo. Hay que comprender con empatía, en ese sentido, y no extrapolar sentimientos lejanos como si fueran cercanos.
En este día el mejor regalo que puedes hacer es la demostración de aprecio, es dar cuenta a la otra persona lo mucho que es en tu vida, lo indispensable que se vuelve. No hay nada mejor, más hermoso que hacerle saber al prójimo lo sustantivo que es y más si esa persona se pone el traje de madre.
Los besos de mamá lo eran todo. Servían para apaciguar miedos y fieras internas, hacernos sentir mejor, darnos cuenta que nada era tan grave y que todo realmente adquería a la larga una solución. La madre es Dios ante el ojo de su niño y esa es una verdad que revelamos en seguida, por lo menos cuando esgrimimos la memoria. Es bueno utilizar las palabras para expresar sentimientos, por más que muchos digan que el lenguaje no es más que una muralla. Aquí consideramos que es un puente precario, que tal vez nunca se sepa a ciencia cierta cómo nos divisa el otro; pero que es indispensable para crear por lo menos pequeñas conexiones.
Agradezcamos el cariño de una madre. El agradecimiento es una actitud muy bella ante la vida: sirve para ponernos en armonía con el todo, para no enojarnos con lo inmediato, para aceptar como se abren, se dispone la vida tal cual una flor a la mañana.
La mejor madre es la de cada quien, eso está fuera de discusión. Amémosla, llenémosla de cariño, agradecimiento. La vida, en cuanto al amor, debe ser una especie de ceremonia, de recordatorio en vida. Nada de esperar a la muerte para ensalzar a alguien; hay que realizarlo cuando las sangre del otro todavía es caliente, en los momentos en los que su corazón late.
La mamá merece una excelente jornada, de ahí que estas imágenes funjan de perfectos recuerdos, introducciones de regalos para tan bello día.
La vida son instantes, momentos que nos llevamos a la memoria y que quedan ahí, un poco aderezados o racionalizados con el paso irrefrenable del tiempo. Somos instantes, porque aunque la linealidad subyace en todo no tenemos conocimiento de ella. Miriadas, fragmentos, retazos, eso somos y esperamos que seamos los mejores, los más alegres y pletóricos en gratificaciones. Si es necesario repetir, repitamos; si es indispensable recalcar, pues hay que hacerlo cuando hablamos de afectos muy caros en nuestra vida. Siempre dejamos para después, pero el porvenir es un misterio. Si hoy existe la condición ideal, mejor tirarle a la pileta por ella; si no es así, hay que forzarla, como se dice, construirla.
La vida tiene muchas ideas y vueltas. Pensemos en el pasado: cuánto hemos cambiado, hasta vislumbramos con horror nuestro modus operandi del pasado. Pero no, hay realidades que no se modifican, que bien podemos llamarlas sempiternas: eso es el amor hacia la madre, por ejemplo.
Y esa conexión que proviene desde el vientre materno se prolonga en la vida. Tal vez en tanto niños nunca podremos suponer cuánto nos quiere nuestra madre, pero como madres futuras algo de eso, una parte de los hijos, podrá vislumbrarlo y ponderarlo. Si hay empatía y abnegación, un amor que arde como fuego y no espera nada a cambio, sí, ese es el amor de la madre a sus niños.
Ya sabemos quién es la reina de nuestra casa, claramente. Siempre lo supimos: la veíamos cada día esforzarse para que no faltara nada, ocupando un lugar tan importante adentro del hogar y por fuera; solo el orgullo con el tiempo nos embarga para pronunciar y hablar de una madre.