Última actualización 7 febrero, 2023
Si hay un suceso (sumamente luctuoso para cualquiera) que nunca vamos a poder comprender ese es la muerte. Sí, y sobre todo en tanto espectadores; es decir, cuando le pasa a terceros. Uno mismo puede repetir el apotegma hedonista y convencerse: cuando ella está, yo no; cuando yo estoy, ella no ¿Pero qué pasa cuando se va un ser querido? ¿Cómo suplimos o seguimos adelante frente a la partida de un individuo que tantas alegrías nos daba? ¿Y si es un padre amado? Es claro que hay mucho dolor, procesos, altibajos y yerbas similares. Las fiestas en su honor hieren, pero hay que recordarlos con el mejor de los amores. En ese sentido, te presentamos imágenes con frases para recordar a Papá que no está en el Día del Padre ¡No te las pierdas!
Imágenes con frases para recordar a un papá que no está
Siempre las ausencias conmueven ¿Uno se habitúa? Quizás sí, pero siempre al precio de dolores, tristezas profundas, idas y vueltas. El camino siempre es excesivamente tortuoso, aunque es lógico: se quiere mucho a esa persona que nos ha dejado y más si fue nuestro padre.
De niños no pensábamos en estas cuestiones, las veíamos de soslayo; aunque bien podíamos sufrirlas. Tal vez reflexionábamos ante los seres queridos y llegábamos a la conclusión de que todos eran eternos.
Pero es bueno no engañarse y que el sentimiento aflore, sin lugar a dudas. Que salga adelante, que no nos vuelva timoratos; sino todo lo contrario: amamos y lo natural es que eso pase por el cuerpo. Las ausencias siempre dolerán, las cicatrices nunca se irán del todo.
Ver al cielo, al eterno empíreo y pensar que debe estar mejor. Ahí llegamos a la conclusión que solo extrañamos por nosotros, porque es indudable que el ser querido que feneció está en otra situación.
Salvo que cavilemos sobre infiernos y castigos eternos (y dudamos que se piense merecedores de eso a los seres queridos), no hay duda que quien partió está mejor. Epicuro solía decir que la muerte no existía: si ella estaba presente, nosotros no; si ella no estaba aún, nosotros sí. Hay una contradicción plena entre el ser y la nada desde esa óptica. Un oxímoron que nos viene bien.
¿Entonces somos unos locos que reclamamos amor de quien ya no está en sentido extremo o en nuestro plano existencial? No, para nada. Hay que comprender que los dolores y amores profundos tal vez no entiendan de razones.
Pero ellos seguirán vivos en nuestra memoria, en cada uno de los gestos que repetimos inconscientemente, en se talante tan hermoso con el que impregnaron a cada ser que tocaron ¿Cómo sabemos que quien partió fue buena persona? Porque nadie lo olvida de los buenos que fueron.
Luego de la partida de un padre que adorábamos la sonrisa no vuelve a ser lo misma. De hecho, un poco eso acaece en la vida: nuestra sonrisa carga con más pesares; ya no es tan liviana como en la juventud.
El ser humano crece, de esa manera, sorteando negatividades, entre rupturas y quiebres de todo tipo. Algunos lo llaman vida; otros lo denominamos crecer. Porque es un hecho que la muerte está ligada a todo; la aceptación es lo mejor.
«Lo que ha sido dado, lo devolvemos». Un poeta filósofo muy antiguo lo anunció hace mucho tiempo. La vida no nos pertenece, es un regalo que tarde o temprano deberemos devolver. No hay otra; de ahí a que haya que disfrutar cada instante.
Por esos consejos, esas ideas o las experiencias que trataste comunicarnos siempre. Papá, gracias por tanto.
Un ser muere no cuando se va de este plano, sino cuando lo olvidan sus seres queridos ¿Queremos posteridad? No importa si es corta; la obtendremos con las buenas acciones. Los padres que se han encaminado por esa senda seguramente la recibirán.
Es sumamente complicado pensar la muerte, el no ser. Incluso múltiples filósofos escolásticos, las principales cabezas del cristianismo por ejemplo, se han enojado ante el sensualismo en el que caemos para pensar el más allá ¿Qué nos espera? No lo sabemos, aunque sí queremos volver a ver a todos los seres queridos.
A quien se ama en serio no se lo quiere perder nunca. Es más: no solo quisiéramos que fueran eternos, sino que tenemos un secreto egoísmo que escondemos bajo miles de llaves ¿Cuál es? Preferiríamos partir antes que ellos, siempre.
La ausencia tiene presencia. Nos damos cuenta que todo lo que nos rodea son claros índices de un no ser, de algo que ya es nada, porque no está, porque desapareció en esta vida y no podemos entenderlo. Sí, las ausencias llegan a ser abrumadoras y dolorosas.
Si el vínculo en vida fue fructífero y positivo, solo podemos hacer algo ante la partida de un padre: recordarlo, llorarlo, tenerlo presente, actuar de tal modo que se ponga orgulloso ante nuestro desempeño en la vida.
Ya nada será igual. Esa es una verdad elemental que cuesta mucho digerir; aunque, sabemos, no queda otra.
El dolor disminuye, pero bien sabemos que cuando se ama o quiere mucho no hay remedio que valga. El tiempo es el mejor, aunque nunca hay certificación de cura absoluta. Vivimos llenos de cicatrices; de eso se trata transitar, peregrinar en la vida.
Pensemos que están con nosotros. No importa que digan que no sirve, que no nos escuchan, que serán indiferentes sempiternos ante nuestros actos. Las verdades racionales no siguen a veces el camino del corazón ¿Pero aquella tiene la verdad? No; las cuestiones son un poco más complejas.
Confía, si eres creyente, en el Señor. Su voluntad ineluctable todo lo acabar. Para Él no hay saber grande o pequeño, nunca.
El duelo puede que sea eterno, pero recuerda una gran verdad: a quien partió no le gustaría verte sufrir y eso no es una mentira funcional, sino una gran realidad. Un padre siempre quiere lo mejor para su hijo.
Muchas personas nos aman y no nos sueltan. El corazón lo siente.
Pueden pasar las horas, los días, meses y años. Esa herida nunca se cierra y sabemos que un recuerdo súbito, motivado por múltiples causas, abre la cicatriz, supura, incluso llega a sangrar. Somos seres tortuosos ante los duelos, somos seres amorosos: un hecho natural nos quita al ser querido, pero sentimos que el amor supera cualquier límite.
Fuerza es la que necesitamos para seguir adelante. Sabemos que duele, sobre todo en esas jornadas en las que esa persona nos viene de sopetón. El día del padre siempre es doloroso cuando aquel ya no está presente.
Los padres son esos seres que nos abren las puertas del mundo, con toda la responsabilidad que eso amerita. No es fácil iniciar, los comienzos siempre son difíciles, pero ellos nos lo hacen más fáciles. El amor no se va, la distancia no aminora nada; hay algo más fuerza que conecta, que rompe todos los límites. Sostengámonos con tal realidad, siempre.
Cada momento fue inolvidable, siempre.
Quisiéramos asir esa escalera famosa, la cual nos lleva con nuestros seres queridos. Es que nos damos cuenta, con amarguras de por medio, que el mundo sin nuestros seres queridos es inhóspito, molesto, poco tierno, incluso oscuro. Ellos nos hacían habitable todo.
Es imposible no estar triste, pero debemos seguir adelante.
Siempre nos harán falta.