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Imágenes Bonitas con Frases Gratis

Imágenes con frases del Papa Francisco para reflexionar

Última actualización 19 junio, 2018

Si algo ha elevado al ser humano es la reflexión. Sí, es cierto que innúmeras veces nos ha parecido fría, lenta, demasiado abstrusa para aplicar en cada ocasión; pero no viene mal de tenerla como amiga. Lo maravilloso del pensar es que se hace gregariamente, en conjunto ¿O alguien puede arrogarse que sus cavilaciones son solipsistas? No, todo lo que pasa por la mente ya ha sido dicho, anunciado y a lo sumo nosotros le damos una trasposición inédita (y no tanto). Es bueno, en ese sentido, empaparse con las palabras de las eminencias, de ahí que en esta ocasión elijamos justamente a la voz, referencia y figura de Dios en la tierra. Te presentamos imágenes con frases del papa Francisco para reflexionar.

Imágenes con frases profundas del papa Francisco

Han existido papas polémicos, belicosos, políticos, violentos, espirituales y también pacíficos como Francisco. Alguien que acepta los errores de muchos en grandes períodos de la historia y apela a una conciliación absoluta, incluso en aquellos donde no es posible ¿Cómo puede existir un vínculo con un ateo? Aceptando su camino y considerándolo buena persona desde una ética que va más allá de la creencia.

Francisco no anda con ropajes fastuosos ni con formas llenas de pompa. Hace una fuerte alusión a la pobreza de San Francisco de Asis en conjunto con la sencillez de la Compañía de Jesús. Y sí, el mensaje del enviado por Dios o su real interlocutor tiene que estar exento de esas cuestiones baladíes, de oropeles que realmente no suman.

Francisco vino al mundo para dar palabra de sinceridad y armonía. En sus discursos siempre subyace un componente de paz, pese a que los tópicos sean serios y se inquieran a quienes actúan mal. Hablamos de una palabra paternal (no paternalista) que permite a quien está abierto a progresar, sacarse odios, tener mayor paciencia, empatía y todo lo que consideremos positivo.

El verdadero y real interlocutor de Dios, su representante en la tierra, todo eso conlleva una responsabilidad absoluta, suprema y llena de seriedad. La Iglesia debe estar abierta al pueblo, porque justamente se nutre de este, lucha a partir y con este (o por lo menos debería ser así). 

Dios y su hijo son invitaciones, enormes puertas que se abren para quien quiere. Digamos que esa es la bondad de la sugerencia: no hay exigencias, miedos o imperativos de terror de toda laya. Es que ya lo sabemos: si buscamos a Dios no hay problemas; ya lo tenemos que haber encontrado en nuestros corazones incluso antes de emprender cualquier camino. 

Muchas veces la religión, sobre todo la católica, ha estado emparentada con la seriedad, lo gris, incluso la tristeza. Y el mundo debería ser un valle de lágrimas, donde los placeres fungirían de reservorios del pecado ¿Por qué? No, con Francisco aprendemos que nada grande se hace desde la tristeza, que los pueblos desanimados han sido subyugados y que es indispensable la alegría de la vida.

Lo importante no es caerse, sino poder levantarse. La vida es eso en muchos casos: bregar, luchas, vencer una indómita realidad que tal vez a las primeras nos impone un no. Pero claro que sí: los espíritus fuertes no se dejan subyugar fácilmente; siempre encontrarás la salida si lo deseas.

La oración es el vehículo por antonomasia entre el Creador y la criatura, es decir, no puede ser un negocio, un antídoto que se toma justo a tiempo luego de pecar para limpiar culpas ¿Tomamos por tontos a la suma Inteligencia? ¿Acaso Él, sagrado, va a creer semejante subterfugio? Más respeto al Altísimo, más sinceridad en el corazón. Porque ya sabes que Él habita ahí justamente.

Que la alegría, nos dice Francisco, sea un compromiso, una decisión que se tome a cada instante. Porque lo sabemos: en cada momento se puede seleccionar el camino contrario, el de la apatía y el de la tristeza, de ahí que sea importante estar seguros de que en realidad queremos, anhelamos ser felices, porque sabemos que a partir de este estado anímico y existencial realizamos grandes cosas. 

La complejidad del amor cristiano: somos a la luz de Dios, somos a la luz del Ser, porque solo podemos reflejar un amor que en realidad es del Creador. Sin embargo, eso no oblitera el hacer un buen uso de esta fuerza todopoderosa y llenarnos, llenar a otros con semejantes energías. El amor es la respuesta a todo si queremos un mejor mundo.

Amor, en sentido estricto, es abnegación, compromiso con el otro, empatía. Es cuestión de leer a las principales eminencias históricas de la Iglesia. Por ejemplo, Santa Teresa pregonaba una absoluta desafección por lo propio, porque eso deviene en orgullo y egoísmo. No: el otro siempre será más vital y en un mundo donde todos actuáramos igual, por simple lógica, nadie sería sobrante. 

El agradecimiento es uno de los sentimientos más bellos de todos, porque nos armoniza con el todo y cada una de sus partes. Hay paz, existe parsimonia en nuestro ser y irradia a cada rincón que se topa con nuestra subjetividad. Agradezcamos amores, esfuerzos, cariños, pensamientos fijo, presentes y todo lo que nos beneficie de algún modo.

La felicidad es algo enorme para reducirse a uno solo. Ese egoísmo es mezquindad propia. Somos felices con el otro, por el otro y absolutamente en conjunto por siempre. Ese gregarismo es sano.

La oración es un vehículo con Dios, una comunicación perfecta y un salvataje en cualquier momento que lo necesitemos. No nos debe dar verguenza la ayuda de semejante colaboración divina; sabemos que con el verdadero Padre seremos los más fuertes de todos.

Es hora, nos anuncia Francisco, de crear nuevas subjetividades en la humanidad. Basta de egoísmos, de competencia, de un sálvese quien pueda que no sirve para nada. Hay que ayudar, condolerse, ponerse en los zapatos del prójimo, si es que alguna vez ese concepto tiene asidero en la realidad humana.

Padre, hijo y espíritu santo. Trinidad gloriosas, hipóstasis todo poderosa, ven a socorrerme, nunca me dejes. Yo soy tu máximo fiel.

Acaso ser joven y no ser revolucionario sea una contradicción en sus propios términos. No sabemos si el mundo se puede cambiar hasta que por lo menos toda la juventud lo toma como un tópico serio, posible, comprensible y perentorio. Sí, el mundo debe mejorar y el ser humano tiene que considerarse perfectible.

Si no pasas un buen día en la vida, la misma no tiene realmente sentido. Cualquier tristeza innecesaria, exageración de preocupación nos quita el verdadero foco que debemos seguir. Fuerza, siempre que llovió paró.

El perdón nos redime; el odio en cambio nos prende, nos aferra y nos llena de veneno. No, debemos mejorar y lo podemos hacer si aprendemos a soltar justamente ese objeto de genera vilezas propias. Un buen cristiano consideraría semejante idea un imperativo categórico.

Francisco hace rato que viene escudriñando diferentes tópicos, sumamente complejos, porque se lo considera una fuente más que autorizada al respecto. En ese sentido es bueno cuidar al mundo, respetar y comprender que nuestra casa merece ciertos cuidados. Hay que abandonar tal vez la imagen prometeica del ser humano transformador de la realidad y considerar que la tierra es más pequeña y endeble de lo que pensamos.

El orgullo es un pecado capital, de la misma importancia que los restantes. Dejémoslo de lado si no nos abre el mundo y el corazón ajeno.