Última actualización 19 junio, 2018
Siempre habrá un largometraje que nos haga emocionar, una escena que tambalee nuestra alma, una actuación que desboque de la mejor manera nuestro corazón. Es que el cine es un arte que se presta para la felicidad, el buen momento, la tertulia bien compartida, las frases que se vuelven trilladas aunque sigan encantando y todo lo que se le parezca ¿Acaso no repetimos apotegmas, enseñanzas o ideas aunque sea de manera jocosa? Somos un poco de ese mundo, formamos parte de la gran pasión por el celuloide. Bajo ese contexto, te mostramos imágenes de películas con frases célebres para recordar. Muchas de ellas te encantarán ¡No te pierdas el posteo!
Imágenes con frases célebres de películas
Las películas no son mera entretención para nosotros, debido a que siempre nos dejan enseñanzas, ideas, esquemas de percepción, maneras de modificar nuestra vida, aceptación y, sobre todo en muchos casos, esperanza. Aquí te dejamos una serie enorme de frases de largometrajes serios, épicos, infantiles, de amor, culto y todo lo que puedas pedir.
En la cuestión de los aprendizajes no hay que ser una persona cerrada; no podemos saber de dónde puede provenir la enseñanza, lo importante es siempre estar bien dispuesto. A veces el diamante en bruto está tapado con algo de barro, oculto casi como el máximo de los arcanos; pero sigue estando ahí.
El cine puede ser un enorme paliativo para enfrendar o, mejor dicho, soportar la realidad. Esa que nos frusta, que deja truncas las aspiraciones, que nos quita sueños o anhelos. Por eso es bueno hallar el acicate no como mero conformador, sino como verdadero estímulo para proseguir en la lucha y no claudicar nunca.
Incluso las películas más ramplonas, áridas en la superficie, guardan hermosas ideas que muy bien puedes aprovechar. Una frase que mueve a ver un largometraje, un largometraje que se rememora constantemente por esa sola idea madre.
Y llegamos a sentir grandes empatías con los personajes de celuloide porque algo que exhiben se vislumbra en lo nuestro, debido a que no hay una radicalidad en la otredad, sino una identificación absoluta, una cercanía demasiado fuerte.
A veces sentimos o percibimos que la idea la tenemos pero no podemos expresarla ni tampoco darle un orden en la mente. Eso es algo complejo ya que lo heteróclito se vuelve confuso y difícil de llevar adelante. Entonces es cuando necesitamos el vocablo ajeno, porque tal vez ese siga caminos que estuvieron vedados para uno.
Y sí: hay largometrajes que quedan en nuestra vida grabados por miles de cosas, esos que podríamos catalogar bajo la etiqueta de lo épico. No es indispensable batallas, tampoco grandes recursos o ciclópeos efectos. No: a veces una historia poderosa, comparta, bien configurada, pletórica en enseñanzas (incluso antagónicas con las nuestras) pueden cautivarnos a más no poder.
Hay una frase que podríamos emplazar en cualquier frontispicio: dudar de todas las convicciones. Es que el pensamiento debe poseer una mecánica destructuva, eminentemente negativa que no dé casi nada por hecho. Bueno: el cine por su apertura, incluso en lo que muchos considerarían tergiversación, es un enorme colegio.
Los largometrajes nos dejan bien en claro que las enseñanzas no tienen que ser algo gris, riguroso, aburrido y sufrido. No, podemos aprender desde la diversión, la intriga, el interés que suscita un arte tan magnífico, pletórico de recursos de los más variados. La actuación de los personajes, naturalmente, tiene un gran papel en todas estas cuestiones.
Somos río porque fluimos, aunque a veces no nos agrade y queramos cosificar a todas las personas. «Claudio es esto», «María aquello». Pero no: desde que nos levantamos somos demasiados papeles. Nuestra cara, en realidad, es una perfecta mascarada. Los actores, en ese sentido, llevan a la profesión lo que es una realidad vedada para todos. La vida como carnaval.
En el mundo también hay egoísmos, competencias, intereses, soledades y maldades. Debes ser muy fuerte, el más poderoso de todos, con ideas inexpugnables, para sobreponerte a todo ello.
El amor es un tópico sumamente utilizado dentro del cine. Es como la comida siempre presente, ese bocadillo que no podemos sortear incluso donde tal vez su presencia no era tan necesaria. Qué se le va a hacer; somos animales amorosos. Los largometrajes, lógicamente, construyen bastante eso de múltiples formas, con disímiles vicisitudes.
Aprender es el acto más hermoso que podemos llevar adelante y todavía a quienes son iluministas de corazón le resulta imposible comprender a una persona que se niegue a ello (si es que eso es posible). Estemos abiertos, comprendamos siempre que somos perfectibles así como el mundo que nos rodea porque lo hacemos nosotros.
Callar, suele decirse, es una tontería si la persona que lo hace tiene grandes palabras por anunciar. Sin embargo, a veces, en ciertos contextos, es la mejor que podemos realizar. El perfecto mutismo, aunque no se crea, dice, confirma, asevera muchas cosas.
¿Que los sueños son posibles? ¿Que las limitaciones están en la mente? ¿Que solo puede tardar, tal vez, un poco más? Sí, un poco de todo eso hemos obtenido de los mejores largometrajes, esos que dejan una huella indeleble en nuestra alma porque nos apasionan, tocan fibras íntrimas de la existencia o nos otorgan flamantes esquemas para percibirnos nosotros y lo que nos rodea.
¡Qué maravillosa histora! ¡Qué clase de argumentos, vueltas, juegos, malabares! Eso es lo hermoso del cine: podemos ver una, dos, tres veces; todo se puede hacer predecible porque lo conocemos de memoria y de todos modos lo disfrutamos. Incluso podemos apostar que es un goce distinto, de otra naturaleza, sin poder anunciar si es preferible a la novedad absoluta.
Y quizás cada pregunta tenga su respuesta, como también podemos decir que la respuesta no es tan importante como el formular una pregunta flamante, una y otra vez. Tal vez ese sea el verdadero camino del aprendizaje, el que nos saque de las tinieblas que acaecen en cualquier existencia.
Los largometrajes son como enormes tiendas: hay una variedad de productos, a veces hasta contradictorios; pero tú eres el que decides en la interpelación, sino antes en la misma observación. No cualquiera ingresa en tu guarida mental, querido lector. Un cierto nivel de identificación debe existir para que se produzca ese milagro que se llama aprender.
Precepto de la ilustración: el ser humano es una tabla en blanco cuando llega al mundo y todos los saberes serán incorporados con el correr del tiempo. Una idea quizás un poco asimétrica en los procesos pedagógicos, pero sumamente rebelde ya que considera a todos iguales en el aprender. Los largometrajes nos llenan de enseñanzas.
Y tal vez a esa frase no le demos uso, ni se presente situación o coyuntura para aplicarla y, sin embargo, por su misma epicidad queda grabada en la memoria con toda la fuerza del mundo.
El cine tal vez no modifique el mundo, incluso puede semejarse al opio de los pueblos; pero, asimismo, modifica el nuestro por algunos momentos aunque sea.
Las palabras no están sueltas, rodeadas de un oceano blanco o gris; sino que nos llegan con recuerdos muchas veces de momentos, sitios específicos, tesituras determinadas que nos cautivas, nos embargan de un modo tal que no olvidamos.
Siempre encontrarás una película que te emocione hasta la médula.